Una tarde la dedicamos a explicar quién eran los Reyes Magos, vimos fotos de otros años para recordar, enumeramos los Reyes (contamos hasta 3), vimos que eran diferentes (anda como nosotros, que cada uno tiene los ojos de una forma) puesto que hay uno de color, y recordamos que si escribimos una carta pidiendo juguetes nos lo traen (bueno...si nos hemos portado super-bien que, claro está, según ellos bien se queda corto...)
Otra tarde, decidimos qué íbamos a pedir, y dos tardes más para escribir una breve carta.
Pero allá quedó eso, en el pasado. Este año, en un plis-plas nos acordábamos de todo: tres Reyes, cabalgata, carta, juguetes, y lo buenísimos que hemos sido. Así que nos pusimos manos a la obra a escribir la carta. Sin embargo, este año el nivel de conciencia era mucho mayor así como el nivel de auto-exigencia.
El pequeño tardó varios días en escribir la carta, de hecho, escribió varias cartas, pero con mucho esfuerzo, mucha atención y muchísima paciencia logró una magnífica carta que entregó en mano a uno de los pajes y que, por si acaso se le olvidaba, vociferó a gritos durante la cabalgata.
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